lunes, 19 de febrero de 2018

Ion Tiriac, manager y algo más...Fuente:clarin.com

Una leyenda del tenis
Tiriac: de manager de Vilas y Becker a multimillonario

El rumano acumula US$2.000 millones y es el deportista más rico. Fundó un banco y un holding con hoteles, seguros y línea aérea. 
A fines de los 70, los cronistas de tenis que seguíamos la campaña de Guillermo Vilas debíamos sortear una valla extra para acceder a sus entrevistas. Esa valla era Ion Tiriac. Pero detrás del “ogro” con su corpulencia, sus bigotes, su andar entre cansino y displicente y sus respuestas cortantes, se escondía una personalidad extraordinaria. Tiriac, nacido el 9 de mayo de 1939 en Brasov, Rumania, cerraba su ciclo de jugador para convertirse en entrenador y manager, una función que realmente inauguró él en los circuitos tenísticos. Tiriac solo tendía una muralla para que Vilas —ídolo de masas— no se desenfocara ante el asedio de fans y periodistas. “Guillermo, vos ocúpate de entrenar. De todo lo demás, inclusive el dinero, me ocupo yo”, le dijo.
Han pasado cuatro décadas desde entonces y Tiriac se convirtió en multimillonario. Cuando se difunden los “rankings” de los deportistas que ganaron más dinero y colocan a Michael Jordan a la cabeza con US$1.000 millones, Tiriac se ríe: “Se olvidaron de uno”. Su fortuna duplica la de Air Jordan. Y si bien Tiriac en el terreno de sus logros deportivos no puede equipararse a un coloso como MJ, sí fue un deportista de respetable trayectoria. Y después, entre su visión de águila y su sagacidad, levantó su propio imperio.
No es poco para quien la pasó bastante mal en sus primeros años. Solía recordar: “Soy de la generación de la guerra. Vi las bombas, los aviones alemanes, los rusos, a los americanos. Lo vi todo. Mi infancia fue muy dura, mi padre murió cuando yo tenía diez años. La vida me enseñó mucho y el deporte, más. Aprendí a aceptar la derrota. Y aprendí que lo máximo que se puede aspirar es a ser mañana mejor que hoy”.
Tiriac trabajó desde chico en una empresa de transporte, donde también lo hacía su madre. Pero se abrió camino en el hockey sobre hielo. Sobre todo por su juego aguerrido; tanto, que lo incluyeron en la selección rumana para los Juegos Olímpicos de Invierno en Innsbruck (1964). “Cuando yo jugaba al hockey en mi club, me silbaban diez mil personas, siempre dejaba el campo con sangre, con la nariz rota. Al día siguiente era un héroe con mi selección. La gente cambia de un día a otro. Yo nunca busqué la notoriedad. Soy lo que soy”, contó.
Tiriac alternó el hockey con el tenis donde se convirtió casi un símbolo nacional para Rumania junto a su compinche de andanzas, Ilie Nastase. Llevaron tres veces a su país a la final de la Copa Davis, y las tres veces los postergó EE.UU. Las hazañas de Nastase y Tiriac en los courts —irrepetibles para los rumanos— les permitieron eludir a la asfixiante dictadura de Ceausescu. Tiriac fue un jugador destacado en su tiempo, aunque no de los principales: ganó un torneo profesional como singlista (Munich 1970) y le iba mejor en dobles, donde llegó a conquistar 22 títulos, dos de ellos relevantes junto a Nastase: Roma y Roland Garros.
Un oficio nuevo Tiriac adivinó que su futuro estaba en otro lado, en una profesión por entonces inexistente: manager. Comenzó con el propio Nastase y Adriano Panatta, pero llegó bien alto con Vilas. Allí unía sus dotes de feroz negociador en los contratos con su sabiduría deportiva. Probablemente no hay —ni hubo—otro entrenador de tenis que conociera tanto de la técnica como él (solo el australiano Harry Hopman es comparable).
Uno de los lemas de Tiriac era: “El deporte me enseñó a perder y a tener disciplina. Eso es muy importante en el mundo empresarial. Lo más importante es la seriedad”. Cuando la campaña deportiva de Vilas declinó, Tiriac descubrió otra joya, el juvenil alemán Boris Becker que, con apenas 17 años y siendo un desconocido en el tenis profesional, conmocionó al mundo al convertirse en campeón de Wimbledon, el más joven de la historia. Los contratos gestionados por Tiriac para Becker se multiplicaron: indumentaria, raquetas, cachet para los torneos y todo tipo de publicidades.
Tiriac ya era el manager más famoso del ambiente deportivo a fines de los 80, cuando el mundo cambió: la caída del Muro de Berlín lo encontró residiendo en Alemania como un próspero manager deportivo. Pero si el colapso de los regímenes socialistas fue relativamente apacible en la mayoría de los países, en Rumania sucedió lo contrario. La revolución iniciada en Timisoara terminó con Ceasescu abucheado por una multitud en la plaza de Bucarest, detenido por sus propios guardaespaldas y ejecutado junto a su mujer, Elsa.
En la crisis que se precipitó sobre el ex área socialista, Tiriac vio una oportunidad. En abril de 1991 fundó el primer banco privado de Rumania (llamado Tiriac Bank). El Frente de Salvación Nacional rumano, con urgencia por la reconstrucción del país, le dio luz verde. Ese banco —hoy con 50 filiales en 17 países— fue la génesis de su holding que hoy abarca compañías de seguros, una línea de aviones para ejecutivos con sitio exclusivo en el aeropuerto de Bucarest, negocios de hotelería y resorts, además de inversiones inmobiliarias. También se da sus gustos, como los autos de lujo (y museo propio) y la caza.
Y aunque sus tiempos de entrenador quedaron lejos, nunca abandonó el tenis. Es el organizador del torneo Madrid desde 2002, en la Caja Mágica, que imagina como un evento de Grand Slam. El año pasado, esa competición convocó a 250.000 espectadores, en una progresión de crecimiento del 10% anual, tanto en público como ganancias: US$20 millones de aporte de sponsors, US$8 millones por venta de palcos, US$3 millones por entradas comunes.
Aunque no le faltan polémicas, sobre todo por las internas políticas en el gobierno de la Comunidad. Por ahora, a Tiriac no lo rozaron; saben que el torneo le genera a la capital española un movimiento de 90 millones de euros durante esa semana. Siempre aporta ideas innovadoras, pero se define como un tradicionalista: “Yo creo que en el tenis lo más importante es la elegancia, la clase. Hay jugadores que parecen hippies. Pero a mí me gusta el blanco, el color de Wimbledon”. Dice que las mujeres “son mi debilidad” (admitió 33 hijos de distintas relaciones).
Como lo sintetizó un analista que lo conocía bien: “Tiriac tenía la experiencia, el dinero, la visión y las conexiones para aprovechar todos los negocios que vendrían con la caída del comunismo”. Y así ocurrió. En un país como Rumania, azotado todavía hoy por la inestabilidad política, las denuncias de corrupción y la desigualdad social (entre 300 ricos acaparan el 27% del PBI), Tiriac es el número 1, seguido por los hermanos Paval —propietarios de medios— con sus US$950 millones. Acercándose a los 80 años, afirma que “sigo trabajando como un perro, no sé por qué. Es algo que uno lleva adentro”.