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La memoria suele flaquear, pero no para los virtuosos. Siempre alguien, pasado los años, rescata desde el arcón de los recuerdos la imagen del tenis inolvidable. Gabriela Mosca es de aquellas que no se olvidan. Aunque residió en Key Biscayne durante su carrera y actualmente lo hace en Buenos Aires, siempre vuelve en algún comentario o imagen. Jugó los cuatro Grand Slam y pudo haber llegado mucho más lejos. A los 23, demasiado temprano, decidió colgar la raqueta. Gabriela nació en San Francisco (Córdoba), el 12 de agosto de 1969. A los 9 tomó la raqueta por primera vez en el Sport Automóvil Club, y a los 10 pasó a entrenar con Oscar Gariotti en el San Isidro, y a los 15 ya estaba radicada en Estados Unidos. “Viví en San Francisco hasta los 15 años. Luego de ganar el Circuito COSAT, me vio el entonces entrenador de Gabriela Sabatini –Patricio Apey- y me ofreció una beca para ir a jugar el circuito internacional. Ese mismo año me instalé en Key Biscayne (Florida) prácticamente hasta que dejé de jugar, en 1993”, recuerda para Talento Tenis. “Era demasiado revoltosa, entonces mis padres que, habitualmente iban al club, me dieron a elegir una actividad para gastar energías. Fue el tenis pero me gustaban otros deportes”, cuenta. “Tuve la suerte de encontrar un profesor que privilegió, sobre todo en los primeros años, la calidad técnica por sobre los resultados. Como consecuencia, desarrollé todos los golpes, algo no tan habitual en el tenis femenino. Pude desarrollarme como deseaba, no me costaba demasiado aprender, me gustaba mirar a los que jugaban bien y luego pasaba muchas horas (inclusive sábados y domingos) practicando aquello que había visto” –¿Y como jugadora?– Era bastante temperamental. No era demasiado alta (hoy mido 1,65), por lo que me vi obligada a suplir la falta de potencia con ingenio. Siempre intenté ser quien tomaba la iniciativa, atacaba para no tener que defenderme. –¿Cuál fue tu mejor momento? –En 1987 terminé Nº 2 del mundo en juniors –ITF. Ese año Conchita Martínez finalizó Nº5 y la campeona fue la rusa Natasha Zvereva, que llegó a a ser unos años después Nº 10 WTA. En profesionales competí desde los 16 hasta los 23 años. Mi mejor ranking WTA en singles fue 192 y 80 en dobles. –Fue justo el cambio generacional, de Navratilova-Evert a Sabatini-Graf.– Fue un momento brillante del tenis femenino. En 1986, por ejemplo, la Nº 1 era Navratilova, luego Chris Evert, Mandlikova, y entre las diez primeras figuraban Graf, Sabatini, Zina Garrison. Un par de años más tarde se sumaron Capriati, Seles, Sánchez Vicario, Conchita Martínez... Jugué contra Garrison, Manuela Maleva, Conchita Martínez, pero en singles siempre perdí. En esa época, delante de mí en el ranking mundial figuraban varias argentinas entre las 150 primeras con Gaby Sabatini a la cabeza. Por ese motivo en 1986 estuve 9º en el ranking profesional de nuestro país; 10ª en 1987, 1988 y 1989. El ‘88 fue mi mejor año: finalicé 7º. –¿Cuándo te decidiste a ser profesional? –Cuando gané el primer Nacional en la categoría menores de 14 años, le dije a mi papá que quería ser profesional y llegar a jugar Wimbledon. Llegué a cumplir ambos sueños. Después de siete años en el circuito profesional (sólo tenía 23), pensé que era “vieja”. Fue una etapa con jugadoras geniales que llegaron a las top ten con 15 años (Sabatini, Capriati, Seles) y no me di cuenta que los tiempos de cada uno son diferentes. Pude haber jugado hasta los 30 años sin problemas –¿Cuál fue el logro que más recordás? –Mi mejor triunfo fue en Houston cuando le gané a Chanda Rubin, quien unos meses después llegó a ser Nº 10 WTA. Y otro logro importante, pero en doble junto a una brasileña, fue cuando le ganamos en Berlín a las clasificadas primeras. Una de ellas era Hana Mandlikova, Nº 4 del mundo y ganadora del US Open. –¿Y en torneos? –Jugué los cuatro Grand Slams, además de Roma, Berlín, Montreal, Indianápolis, Hamburgo entre otros. En la mayoría de esos torneos “grandes” pasaba la qualy y alguna ronda en main draw. Mi mejor actuación fue en Guaruyá (Brasil), llegué a cuartos. Y el único torneo profesional que gané fue en DF México, uno de 10.000 dólares. –Ahora sos abogada. –Sí. Cuando dejé de jugar me instalé en Buenos Aires y tuve que reorganizar mi vida. Primero terminé el colegio que había dejado en segundo año, luego la universidad y finalmente un posgrado de derecho deportivo que es la rama del derecho que ejerzo la mayor parte del tiempo. –¿Te quedó alguna cuenta pendiente en el tenis? –El tenis forma parte de mi vida. Actualmente, además del derecho deportivo, me sumé a un proyecto que tiene como principal actividad la organización de torneos femeninos profesionales. Es decir, ya no desde dentro de la cancha pero siempre me involucro con ideas que tiene que ver, de alguna manera, con el deporte en general y el tenis en particular. |
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