Los derechos de personas LGBT en el Mundial de Fútbol
La
FIFA, el organismo que rige el fútbol internacional, tenía un problema de
reputación. En 2015, Sepp Blatter, el presidente de la organización en ese
momento, y otros altos ejecutivos enfrentaron acusaciones de corrupción y, tras
otorgar los Mundiales de Fútbol de 2018 y 2022 a Rusia y Qatar, sufrieron una
reacción pública por los alarmantes historiales de derechos humanos de esos
países.
Como
parte de sus “deberes”, la FIFA acordó exigir estándares mínimos de derechos
humanos para los países que se postulen a acoger competiciones de fútbol,
incluida la tolerancia cero con la discriminación basada en la orientación
sexual.
La
primera prueba de estas nuevas políticas llegará el 14 de junio cuando se
inaugure el Mundial de Fútbol de la FIFA 2018 en Rusia, un país abiertamente
hostil a las personas LGBT. Miles de millones de seguidores verán cómo 32
equipos nacionales juegan en la principal competencia mundial de fútbol en 11
ciudades de Rusia. El Mundial de Fútbol está destinado a ser una celebración
alegre del deporte y la humanidad. Sin embargo, muchas personas LGBT no
celebrarán los juegos.
La
FIFA necesita dejar en claro ahora que espera que Rusia cumpla con sus normas
durante el torneo. El establecimiento de políticas de derechos humanos fue un
primer paso vital para la FIFA. La parte difícil es ponerlas en práctica,
especialmente con potenciales anfitriones represivos que pretenden “lavar” sus
reputaciones internacionales.
Junio
marcará el quinto aniversario de la ley discriminatoria de “propaganda” anti-gay de Rusia. Adoptada meses antes
de los Juegos Olímpicos de Sochi 2014, la ley penaliza la incidencia
por los derechos de personas LGBT y crea un clima peligroso de estigma y
violencia para este colectivo. La violencia contra las personas homosexuales ha
aumentado tanto en Rusia que F.A.R.E., una organización dedicada a
contrarrestar la discriminación en el fútbol, advirtió a los seguidores que asistan a los partidos del
Mundial con sus parejas del mismo sexo que no se cojan de la mano en público.
En
2017, la república rusa de Chechenia llevó a cabo una terrible “purga”
anti-gay. Las fuerzas de seguridad chechenas acorralaron a presuntos hombres
homosexuales y bisexuales, los torturaron y secuestraron a algunos. “Aquí no
hay gays”, dijo el gobernante de Chechenia, Ramzan Kadyrov, a HBO el año
pasado. “En caso de que hubiese alguno, que se lo lleven para purificar nuestra
sangre”.
En
lugar de pronunciarse, la FIFA, en el mejor de los casos, está haciendo la
vista gorda ante dicha homofobia y, en el peor de los casos, la recompensa. La
organización incluyó a Grozny, la capital chechena, en una lista de los lugares
de entrenamiento del Mundial de Fútbol.
Qatar,
que ha castigado a personas homosexuales con uno a tres años de prisión, será
el próximo anfitrión del Mundial de Fútbol, en 2022. Y el 13 de junio, la FIFA
votará entre una oferta conjunta de Estados Unidos-Canadá-México y Marruecos para
acoger la edición de 2026, a pesar de que el código penal nacional de Marruecos
castiga las relaciones entre personas del mismo sexo con penas de cárcel. La
ley ha provocado numerosos arrestos en los últimos años, incluyendo el de dos
chicas adolescentes en 2016 por besarse.
Estas
leyes contra los homosexuales chocan con los estatutos de la FIFA, que
advierten que la discriminación de cualquier tipo “está estrictamente prohibida
y es punible con suspensión o expulsión”. Como parte de un proceso de dos años
de aplicación de las reformas de derechos prometidas en 2015, el presidente de
la FIFA, Gianni Infantino, creó la primera política de derechos humanos de la
organización, que establece que la FIFA “se compromete a abordar la
discriminación en todas sus formas”. Infantino también acordó aplicar los
principios rectores de las Naciones Unidas sobre empresas y derechos humanos en
todas las operaciones.
La
FIFA afirma que tomará medidas en caso de violaciones. “Si hay algún caso de
abuso, o incluso una posibilidad de que un defensor de los derechos humanos o
un periodista se vea arrojado a una situación difícil, entonces, de acuerdo con
nuestros estatutos y política de derechos humanos, la FIFA intervendrá”, dijo
Federico Addiechi, responsable de sostenibilidad y diversidad de la FIFA,
a The New York Times el año pasado. En una carta de 2017 sobre
la purga anti-homosexual de Chechenia dirigida a los activistas, la secretaria
general de la FIFA, Fatma Samoura, escribió que los eventos de la organización
deben ser “entornos libres de discriminación, incluida la discriminación basada
en la orientación sexual”.
Organizar
el Mundial de Fútbol implica negociar alguna soberanía. La FIFA ha exigido y ha
conseguido que se hicieran cambios a las leyes nacionales de cara a pasados
Mundiales de Fútbol. Sudáfrica estableció decenas de “tribunales instantáneos”,
principalmente para enjuiciar delitos menores relacionados con el torneo, y
Brasil revocó la legislación que prohibía la cerveza en los estadios. Este tipo
de presión debería usarse para promover los derechos humanos fundamentales.
La
FIFA debe decirle públicamente a Rusia que espera una atmósfera acogedora para
las personas LGBT en todos los partidos del Mundial de Fútbol y dejar en claro
que el país será responsable de transmitir ese mensaje a todos los funcionarios
y personal locales, en los partidos y más allá de los campos de juego.
Esto
enviaría una fuerte señal a países como Qatar y Marruecos de que no podrán
albergar grandes torneos de la FIFA a menos que reformen las leyes y políticas
anti-LGBT.
Si
la FIFA no puede hacer cumplir sus propias reglas, deberían ser sus
patrocinadores los que actúen. Coca-Cola, Adidas, McDonald’s, Visa y otras
multinacionales con políticas que prohíben la discriminación deben proteger su
propia reputación al insistir en que la FIFA cumpla con sus promesas.
McDonald’s ya expresó “preocupaciones a la FIFA con respecto a los problemas de
derechos humanos en Qatar” y anunció que dejará de ser patrocinador del Mundial
de Fútbol después de 2018.
Pensando más allá de Rusia este año, la FIFA tiene que advertir a Qatar
de que cuatro años es tiempo suficiente para revocar sus leyes anti-LGBT, y
hacer que el requisito sea público y esencial a la hora de seleccionar a
futuros anfitriones. En resumen, la FIFA necesita decir: si no sigues las reglas
de los derechos humanos, no puedes jugar.