El 16 de abril de 2003 Albert Costa jugó su partido
“más increíble”. Era la segunda ronda de Montecarlo, Costa venía de ganar
Roland Garros el año anterior y, con 26 años, era el número 7 del mundo. Su
rival aquel día era un joven de 16 años que solo había jugado tres partidos en
el circuito profesional: Rafael Nadal. “No será para tanto”, pensó Costa. Nadal
ganó en dos sets. Cuando se fueron a saludar a la red, Costa dijo en catalán a
Nadal: “Suerte”. Nadal, aún concentrado y sin mirarle, le respondió: “Gracias”. Era el primer top 10 que Nadal ganaba
en su carrera.Costa se retiró tres años después, sin ganar ningún otro título y antes de
cumplir 31 años. Nadal, con 31 años, acaba de ganar un Grand Slam y estaba
entre los favoritos en Wimbledon. La diferencia entre las carreras de Costa y
Nadal no se limita a quién es mejor: es un ejemplo de que los tenistas alargan
más su vida deportiva. Este año juegan en Wimbledon 6 de los 8 cuartofinalistas
de 2007. En 2007 solo jugaron 2 de los 8 cuartofinalistas de 1997.
Los veteranos
sorprenden porque son muchos, pero también por su nivel. Tres de los
cuartofinalistas de 2007 son máximos favoritos también este año: Roger Federer,
Novak Djokovic y Nadal. Los tres tienen más de 30 años. Pero la tendencia no se
debe solamente a la persistencia de estos tres. Es general en mujeres y
hombres: la edad media de los 100 primeros de los ránkings WTA y ATP lleva
aumentando desde finales de los 80. En 2003 había 10 jugadores con más de 30
años entre los 100 mejores; hoy hay 41. Entre los de arriba, la edad también ha
aumentado: las 5 mejores tenistas del mundo tenían 21,9 años de media en
2007; hoy tienen 27,8. Con los hombres, aún es más claro: los cinco mejores
tienen más de 30 años. No hay precedentes en toda la era Open. Hubo momentos
con tres casos, en 2015, 2016 y 1974, pero nunca con cinco. La media de edad
del top 5 masculino ha pasado de los 23,6 años en 2007 a casi 32 hoy.
El tenis es el deporte
con un envejecimiento de su élite más fácil de ver, pero no es el único. Los
campeones mundiales y olímpicos de natación son cada vez mayores: entre los
tres Juegos de los 80 solo hubo 2 nadadoras medallistas de 24 años o más,
mientras que solo en 2012 hubo 20. La última final de la Champions entre Real
Madrid y Juventus fue el cruce de Champions más viejo de la historia, rozando
los 30 años. Cristiano Ronaldo y Leo Messi son los futbolistas mejor pagados
del planeta y tienen contratos con sus clubes hasta los 36 y 34 años. Simone
Biles ganó el oro olímpico en gimnasia con 19 años, la más mayor en 28 años.
La tecnología, los
materiales, la dieta, la preparación, la prevención de lesiones, el dinero, el
staff son algunos factores que han alargado las carreras de los mejores del
mundo. Aunque cada deporte es distinto, entrenadores, deportistas y científicos
coinciden en que estos son los motivos principales.
El físico
explosivo cuenta menos. En el tenis, el juego ha cambiado
por la tecnología. Unas raquetas y cordajes que dan más control y el cambio de
superficies han eliminado el dominio del servicio y volea: “Las pistas rápidas
de antes eran ultrarápidas. Incluso la hierba de Wimbledon era diferente. Era
hielo. Ahora el bote se clava y salta. Pete Sampras habría sacado igual de bien
antes que ahora, pero hoy hubiera sufrido el doble porque las pistas son más
rugosas”, dice Vicente Calvo, ex preparador físico del tenista Fernando
Verdasco.
Estos cambios han
acabado modificando el rendimiento por edad: los puntos y los partidos son más
largos, según Stephanie Kovalchik, investigadora especializada en tenis en la
Universidad Victoria de Melbourne (Australia): “El cambio del estilo de juego
hacia más resistencia está relacionado con el cambio en la edad ideal. La
capacidad de resistencia humana culmina al final de los 20 años o principios de
los 30, como los corredores de medio fondo. En el pasado, los tenistas optaban
por potencia y velocidad, cuando servicio y volea era popular, y eso favorecía
a los jugadores jóvenes, incluso adolescentes”, dice. El tenis actual
privilegia virtudes de tenistas mayores, como la resistencia o la inteligencia
para ir preparando el punto.
La ciencia
alarga la vida de los deportistas. Ivo Karlovic es el jugador más
veterano del top 100 —número 23 de la ATP con 38 años- y sabe por qué sigue
jugando: “Siempre creí que me retiraría a los 30 años. Pero empecé a prestar
atención al entreno físico y a la dieta y a muchas otras cosas. Por eso sigo
jugando”. Ahora un profesional puede poner el cuerpo en frío para recuperar y
saber sus pulsaciones en todo momento. Todo se personaliza. La capacidad, los
músculos, la altura, la técnica, los gestos, cada detalle enriquece la
competitividad del jugador. “Antes era una caja negra. Tu metías la carga y no
sabías qué iba a salir”, dice Pedro Emilio Alcaraz, director del Centro de
investigación de Alto Rendimiento de la UCAM. La carga son las horas de
entreno, los sprints, los kilómetros recorridos, la intensidad, cómo se recupera
entre sesiones, mientras duerme o entre temporadas. Conocer esos datos da a
cada deportista una preparación propia.
Los técnicos saben por
ejemplo la potencia muscular de los isquiotibiales de un jugador en la
pretemporada y pueden regular sus sobrecargas durante el año. El sobreuso de
los músculos los envejece y su reposo es clave. “Los deportistas mayores pueden
incluso entrenar menos”, dice Mujika. “Se benefician de una mejor técnica,
conocimiento de su deporte, efectos residuales del entrenamiento acumulado”,
añade.
Este perfeccionismo ha
hecho que los adolescentes necesiten más tiempo antes de alcanzar la excelencia
física. Deportes como el tenis se han hecho más físicos —los disputan hombres y
mujeres que son atletas—, y es más difícil para los jugadores jóvenes, que
todavía están desarrollando su cuerpo, ser competitivos. Además ahora se
desaconseja que los atletas se especialicen muy pronto: “Las exigencias con los
deportistas jóvenes les pone presión añadida para que se especialicen pronto y
refuercen su estado de forma. Esto tiende a resultar en el riesgo de ‘quemarse’
y de lesiones por sobreuso”, dice Avery Faigenbaum, catedrático de Ciencia
Pediátrica del Ejercicio en el College de Nueva Jersey.
El
dinero ha llegado de verdad. En la época de Emilio
Sánchez Vicario,
recuerda Pepo Clavet, entrenador de Feliciano López, “era raro el jugador que
podía ermitirse tener entrenador propio”. En 1999, cuando empezó a jugar Juan Carlos Ferrero, el único que
viajaba con él a todos los torneos era su entrenador, Antonio Martínez
Cascales. Así fue durante buena parte de su carrera. Ferrero se retiró en 2012.
Ahora quizá sería distinto, dice Cascales: “Los jugadores han ido añadiendo
personas a su comitiva. Ahora el preparador y el fisio sí van. Si Ferrero
estuviera en activo probablemente viajaría también con ellos”. La comitiva
puede extenderse lo que sea necesario: “Tienen preparador físico, fisio, dietista,
muchos tienen psicólogo”, dice Clavet.
El tenis es un deporte
caro. Hay mucho viaje y llevar equipos extensos y buenos no es para jugadores
con pocos ingresos, ni jóvenes. El campeón de Wimbledon en 2007 —el primer año
en que los campeones másculino y femenino ingresaron lo mismo— ganaba 700.000
libras. Este año se llevará el triple: 2,2 millones. El dinero da ventaja
competitiva. También es un incentivo para mantenerse jugando. Cascales recuerda
la conversación reciente con un jugador español del top 50, que le decía:
“¿Para qué me voy a retirar si gano 2 millones al año?”
La irrupción del
dinero en deportes menos de masas —como natación— conlleva más cambios. Un
nadador olímpico apenas tiene recursos fuera de los preparativos para los
Juegos: “Antes nadabas hasta los 20 años y luego te tenías que ir a la
universidad. En España es difícil seguir nadando y estudiando”, dice Iñigo
Mujika, fisiólogo de la Federación Española de Natación para Londres 2012, con
Mireia Belmonte al frente. “Cualquier deportista como Mireia que hubiera tenido
éxito en dos Juegos, lo habitual en natación era que desapareciera. Sin
embargo, al día siguiente de Río Mireia dijo que quería seguir e incluso hacerlo mejor en Tokio”, añade Mujika. Una de
sus rivales principales, la húngara
Katinka Hosszu, que ganó 3 oros y una plata en Río, en los cuartos Juegos que
participaba, también ha dicho que quiere mejorar en Tokio. Hosszu tendrá 31 años; Belmonte, 29.
La prevención de
lesiones alarga la vida de los jugadores. “Si al deportista se le da la dosis
que necesita y no se sobreentrena, va a durar más. En el desarrollo físico, si
se hace bien, no hay un declive con la edad”, dice Alcaraz. Las lesiones
provocan parones, lo que implica menos movimiento. Un cuerpo de más edad que se
mueve menos tiende a quedar más perjudicado. Si en cambio las lesiones se
previenen, el ritmo del deportista no cesa: “Los deportistas jóvenes tenían
algo de ventaja física, pero como los mayores no paran por lesiones y van bien
dosificados, tienen ese plus de experiencia y van a ganarles”, dice Alcaraz.
En los deportes de
equipo es más difícil ver los cambios de la edad. En los equipos con más
apariciones en los cruces de Champions, se ve un cierto envejecimiento. Pero en
la NBA la edad de sus jugadores se mantiene constante en torno a los 26,5 años
desde 2006, incluso para sus estrellas. En el golf, en cambio, la tendencia es
al revés: la edad media de los 40 mejores ha bajado de 35 años en 2001 a 32 en
2016.
¿El
techo del rendimiento puede estar más arriba? El deporte sigue
evolucionando. No sabemos aún con certeza si la capacidad técnica de un
deportista que lleve años al máximo nivel y bien preparado puede darle
hegemonía. La mayor parte de las edades de máximo rendimiento en determinados
deportes están por debajo de las edades en las que las capacidades humanas
suelen rendir al máximo. Parece que hay margen de perfeccionamiento. “Esto
sugiere que las mejoras en tecnología, el dinero y la ciencia del deporte
seguirán beneficiando a atletas de élite, que les será posible tener carreras
como deportistas profesionales, y las edades de máximo rendimiento van a seguir
creciendo”, dice Sian Allen, directora de rendimiento de los atletas
paralímpicos de Nueva Zelanda, que añade que el techo puede estar aún lejos:
“Mi teoría es que esta tendencia puede llevarnos a un incremento de los
estándares de rendimiento porque tendremos a más deportistas compitiendo al
verdadero pico de su potencial humano”.